Ha pasado el tiempo. La voz de la poeta Eva Vaz (Huelva, 1972) ha ido alcanzando cierta claridad, sobre todo en relación a los primeros momentos. Y en esa acumulación de experiencia, en ese paso de los años y los libros, se ha ido produciendo una ganancia que podemos observar de primera mano en este último libro: Trabajo sucio (Ediciones La Isla de Siltolá, 2016).
De aquel nihilismo inicial, del que esta autora siempre había hecho gala, siempre queda algo, cierto, pero se ha ido reconduciendo, en la mayoría de las ocasiones, hacia zonas más visibles, mejor definidas.
Ello repercute no solo en que ahora podemos reconocer una voz con una línea, sino que también permanezca esa sensación de hallarnos ante sus poemas más asentados, con más capacidad de golpeo y cierta sutilidad, disfrazada de una ironía entre socarrona y mordaz.
Trabajo sucio es un poemario de cierta rotundidad, de cuidar los detalles en el poema, de hacer que el lector se deje llevar por ese ritmo y ese sonido, hacia un contenido que nos permite deslizarnos con cierta facilidad entre sus versos, pero ojo, esa aparente facilidad de desplazamiento por los poemas no conlleva que éste movimiento resulte plano, no; surge la certeza de que casi siempre queda algo más debajo, algo más a lo que el lector debe tratar de acceder porque representa, la mayoría de las veces, el valor de ese contenido.
De aquel nihilismo inicial, del que esta autora siempre había hecho gala, siempre queda algo, cierto, pero se ha ido reconduciendo, en la mayoría de las ocasiones, hacia zonas más visibles, mejor definidas.
Ello repercute no solo en que ahora podemos reconocer una voz con una línea, sino que también permanezca esa sensación de hallarnos ante sus poemas más asentados, con más capacidad de golpeo y cierta sutilidad, disfrazada de una ironía entre socarrona y mordaz.
Trabajo sucio es un poemario de cierta rotundidad, de cuidar los detalles en el poema, de hacer que el lector se deje llevar por ese ritmo y ese sonido, hacia un contenido que nos permite deslizarnos con cierta facilidad entre sus versos, pero ojo, esa aparente facilidad de desplazamiento por los poemas no conlleva que éste movimiento resulte plano, no; surge la certeza de que casi siempre queda algo más debajo, algo más a lo que el lector debe tratar de acceder porque representa, la mayoría de las veces, el valor de ese contenido.