El proyecto se concreta en dos acciones: una exposición de fotografía, con instalaciones poéticas, y la publicación de un libro catálogo (de 100 páginas) que incluye reproducciones de las obras y poemas que tienen como tema común la eliminación de violencia contra las mujeres en general y las mujeres migrantes y refugiadas en particular.
Ponte en mi piel se desarrollará a lo largo de 16 días (entre el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y el 18 de diciembre, Día Internacional del Migrante) y se enmarca en la propuesta ÚNETE de las Naciones Unidas-ONU: 16 Días de activismo contra la violencia de género.
La violencia de los hombres contra las mujeres migrantes
Consideradas de manera global, las cifras relacionadas con la violencia de los hombres contras las mujeres son alarmantes, pero tomadas de una a una, nos encontramos ante mujeres que sufren, que luchan, que mueren en situaciones que vulneran los más esenciales derechos humanos reconocidos a nivel nacional e internacional. De todo ello habla (de manera sutil, con voz poética y artística) este proyecto.
Se pone el énfasis en que todos, hombres y mujeres, realicemos el esfuerzo de ponernos en el lugar de las mujeres migrantes o refugiadas, que proceden de lugares de conflicto, para descubrir la violencia sexual de los hombres contra ellas como arma de guerra, la violencia doméstica, la explotación sexual y los matrimonios a edades tempranas; comprobar que, en muchos casos, quienes deben protegerlas, abusan de ellas.
Actividades
Exposición de fotografía en la Facultad de Derecho de la Universidad de Cantabria, que se inaugura el día 30 de noviembre. Está comisariada por Nieves Álvarez y en ella participan 12 artistas (6 hombres y 6 mujeres; 7 nacidos o residentes en Cantabria): Ciuco Gutierrez, David Catá, Javier Lamela, Miguel Ángel García, Pepe Guinea, Raúl Lucio, Angélica Dass, Araceli Gedack, Claudia Frau, Majo Polanco, Mara León y Sonia Higuera. Todos ellos son artistas emergentes o artistas con una larga trayectoria regional, nacional e internacional.
La exposición se complementa con poemas de 28 poetas y diferentes instalaciones poéticas realizadas por Nieves Álvarez, en las que se presentan 20 casos concretos de mujeres y niñas violentadas por su condición sexual, cuyo nombre genérico es Tras el hilo de Ariadna, una metáfora de la lucha por la supervivencia, a lo largo de un camino repleto de problemas para mujeres valientes que quieren evitar caer en manos del Minotauro. Los nombres de las 20 mujeres han sido sustituidos por nuestros nombres; ropas blancas de mujeres y niñas, se atan y desatan en un camino
que lleva a la salida de la cueva, a la liberación o a la muerte. Todo parte del árbol y vuelve al árbol. En él se invita -a quienes visiten la exposición- a dejar mensajes que vistan su desnudez con hojas blancas de compromiso social, comprensión, solidaridad y el impulso necesario para seguir el camino que conduce a la igualdad, la justicia y la consecución de los derechos humanos que se les niega a muchas mujeres.
Las 28 poetas que han aportado sus textos (muchas de ellas miembros de la Asociación Genialogías) para este proyecto son: Ana Ares, Ana Belén Martín Vázquez, Ana Rossetti, Ángeles Maeso, Beatriz Russo, Dori Campos, Elsa López, Isabel Romera, Isabel Navarro, Juana Castro, Julieta Valero, Laura Giordani, Luz Pichel, María Cinta Montagut, Mª Ángeles Pérez López, María García Zambrano, María Salgado, Maribel Tena, Marisa Campo, Milagros López, Montserrat Villar González, Nieves Álvarez, Noni Benegas, Patricia Fernández, Pilar Martín Gila, Rosana Acquaroni, Rosario de Gorostegui y Yaiza Martínez.
La exposición se inaugura el día 30 de noviembre y el día 16 se presentará el libro-catálogo (mediante un recital poético) que se distribuirá (hasta fin de existencias) entre los asistentes.
En resumen, Ponte en mi piel es una manera de poner en evidencia un grave problema y un grito por la igualdad y la no violencia contra las mujeres, desde el arte contemporáneo y la poesía actual.
Nunca quise dormir en las instalaciones. Tenía demasiado miedo de que alguien me tocara. Las tiendas eran mixtas y fui testigo de escenas de violencia. (Patricia, 18 años, campo de refugiados en la frontera de Siria)
Me sentía más segura mientras nos desplazábamos, especialmente en autobús, el único lugar donde podía cerrar los ojos y dormir, pero fue en el autobús donde me atacaron, me violaron y me dejaron tirada en el camino, casi muerta. (Teresa, 20 años, campo de refugiados en la frontera de Siria)
Una amiga que vino conmigo desde Siria se quedó sin dinero en Turquía y el ayudante del traficante le ofreció que se acostara con él. Ella se negó, claro, y no pudo salir de Turquía, en donde sigue. (Ana, 28 años, Alemania)
Cada noche, paseaba por el campo, borracho, con su arma cargada, amenazando a las mujeres que no querían hacer lo que él quería que hiciesen. Yo tenía tanto miedo, que me escondía. No podía dormir de noche ni de día. (Conchita, 14 años, campo de refugiadas en Jordania)
Tengo tres hijos pequeños. Un jefe me ayudó a montar la tienda a cambio de sexo ¿qué podía hacer? La tienda va bien, pero yo no soy yo, me gustaría volver atrás, pero no puedo ¿cómo alimentaría a mi familia? (Araceli, 24 años, campo de refugiados de Mosul)
Me violaron 5 hombres, pero no puedo denunciarlo a las autoridades, Ni decirlo en mi familia, si lo supieran me matarían. (Mónica, 16 años, campo de refugiados de Mosul)
Yo viajaba sola, con mi hija de 3 años, mi marido murió en la guerra y mi casa desapareció en un bombardeo ¿qué podía hacer? Un hombre de mi misma ciudad, me ofreció su ayuda, pero luego me violó e intentó violar a mi hija, ¿es que ese hombre cruel no tiene madre, esposa, hijas? (Verónica, 24 años, Alepo)
Yo solo pido un lugar seguro en el que pueda vivir y trabajar. Quiero que me dejen en paz, que no me ataquen, que no me violen, que no me peguen. (Maribel, 15 años, Turquía, 2016)
El soldado me dijo que podría conseguir cualquier cosa que yo necesitase si jugaba con él como si fuésemos marido y mujer. Le dije que sí, entonces me pidió algo terrible, como no quise por las buenas, me pegó y me obligó a hacerlo por las malas. (Alicia, 7 años, Siria, 2015)
Me dijo que si quería comer debía mantener relaciones sexuales con él, yo quise marcharme, pero ni él ni su acompañante (el traductor) me lo permitieron. Lloré, supliqué, recé, pero entonces, el militar se enfadó mucho y me amenazó, colocando su arma ahí (la niña señaló su sexo). (Carmen, 9 años, Uganda, 2013)
Habíamos perdido el equipaje. Yo estaba en los días impuros, sangraba mucho y no sabía qué hacer. Busqué ayuda durante todo el día, pero no la encontré. Entonces me perdí, no podía encontrar mi tienda. Anochecía, tenía los pies llenos de heridas y seguía sangrando, pero al hombre terrible que surgió entre la niebla no le importó nada: me forzó, me pegó y se fue. No sé quién es. Quisiera morirme. (María, 18 años, campo de refugiados sirios)
Muchos día me negaba a comer, el miedo era mayor que el hambre. Si comía tenía diarrea y hacer mis necesidades era exponerme a ser violada. (Mercedes, 22 años, Italia)
Las camas están tan pegadas que si sueñas con algo, el vecino de litera te lo puede contar por la mañana. (Juana, 35 años, campo de refugiados sirios) Hace meses que duermo en un espacio con cien personas ¿Descansarías tú? Yo no puedo, tengo mucho miedo. (Manuela, campo de refugiados en Líbano)
Si por mar nos dejan pasar y nos recogen a los que llegamos vivos de Turquía a Grecia, ¿por qué no nos dejan pasar por la frontera terrestre que separa Grecia de Turquía? No lo comprendo. (Alicia, 6 años, una playa en Turquía, espera venir a España)
Lo peor es esta espera que nunca acaba, sin los papeles te sientes encerrado. Además, no puedes hacer nada. (Victoria, 25 años, madre de Alicia, ella también espera)
Mira, si he llegado hasta aquí, ya no me puede pasar nada malo. Los sirios vemos la migración como la única esperanza de seguir vivos. Yo me he ido, pero los que están dentro de Siria no quieren morir en los bombardeos. Las bombas caen cada día. (Juana, 25 años, ¿podrás pasar la frontera con Alemania?)
Cuando llegué supe que si nos llevábamos bien la primera semana, seríamos una familia. Tampoco es tan diferente de una residencia de estudiantes en Damasco. (Esther, 19 años, está en una residencia al sur de Alemania)
Soy refugiada siria y vivo en Líbano. Me casé hace 2 años, entonces tenía 13 años. Cuando murió mi marido (él tenía 50 años) yo estaba embarazada, pero perdí a mi bebé, yo creo que por la pena y el miedo que sentí. (Nieves, 15 años, campo de refugiados en Líbano)
Mi padre me obligó a casarme con un hombre al que no conocía. En Siria estudiaba, ahora trabajo en el campo para ayudar económicamente a mi familia. Quiero el divorcio, pero no me lo dan. (Yolanda, 13 años, refugiada de Siria en Líbano).