Maldito Vicio: Poesía escrita por mujeres

Por Rocío Cerón

Durante los últimos años me he mantenido al margen de participar en antologías de género, números de revistas dedicadas a la llamada poesía femenina y mesas sobre el tema. Aclaro esto para subrayar la distancia que siempre he tomado sobre dicha cuestión. Y esta postura responde a una cuestión de principios: para mí no hay literatura femenina ni masculina, solo hay literatura, sin importar el sexo de la mano que la ejecute. Asentado esto, asumo mi participación en este encuentro simple y llanamente como un foro de diálogo y opiniones, de encuentros y diferencias.

Creo, de entrada, que la crisis en la crítica literaria, en específico en el ámbito de la poesía, es un mal mayor y en vías de crecimiento. Hay una falta de críticos y de escritores que hagan una reflexión consciente y profunda más allá del clásico cebollazo o la crítica malsana a ultranza.

Si a ello le añadimos que ésta crítica debe estar encaminada a la producción reciente de poetas mujeres, descubriremos, entonces, que existe un gran silencio al respecto. Parecería que toda autora debería encaminar su trazo escritural hacia paradigmas ya llenos de lugares comunes como el amor, el cuerpo o el espíritu (y al mismo tiempo siempre tan abiertos a ser explorados) para que la crítica le fuera benigna o para que se le considerase “en un tenor” aceptable. Cuando alguna autora cuenta con una poética fuera de estos lugares, se da paso a un aplastante silencio o a comentarios fuera de lugar como “escribe como hombre”. Me pregunto yo ¿qué es escribir como un hombre?

Un puñado de los autores mexicanos más prestigiados toca los temas antes mencionados con una perspectiva que, si proviniera de una mujer, podría pensarse raya en lo cursi. Y, en efecto, rayan en lo cursi y chabacano, pero parecería que les es perdonado por el hecho de que tocan temas normalmente llamados “femeninos”. Gran hazaña, supondremos. Gran hazaña entonces sería cuando una poeta aborda otros temas. El paradigma simplemente no radica ahí. La realidad es que la obra de un poeta, y su registro, están fuera de estos cajones de prejuicios. Hay buena poesía y mala, eso es todo.

Y hay que apuntar algo que es claro: la poesía escrita por mujeres se encuentra, hoy día, más viva, activa y circulando que nunca. Presenta una serie de registros y exploraciones como en pocos momentos de la literatura mexicana se habían dado. Desde el ejercicio metafísico de Negro marfil de Myriam Moscona, la poesía de hallazgos en lo cotidiano de Tedi López Mills o la mirada científica e irónica de Carla Faesler, sólo por citar a algunas, la poesía creada por poetas mujeres se encuentra en un momento de expansión y acierto, de altura y renovación. No es gratuito un comentario de José Emilio Pacheco en el cual dijo que el siglo XXI comenzaba con la presencia de grandes voces en la poesía y que éstas eran de mujeres.

Sería ciego y sordo negar la presencia de grandes autoras en la escena de la literatura nacional, no solo de poetas sino también de narradoras. Entonces, la pregunta radica en cómo lograr una crítica de la poesía más allá de cuestiones de género, intereses de grupo y de atavismos establecidos. Una crítica que se sobreponga a las reacias lecturas machistas (de hombres y mujeres por igual) y a lo que se sigue suponiendo debe ser la poesía femenina. Una crítica que aliente al diálogo y a que, ese ser anónimo llamado lector, encuentre pistas y visos para acercarse de una forma más clara a la poesía.

La crítica debe ser ejercida desde la sustancia de la obra, sin adjetivos de por medio que sobre valoren o menosprecien el poema por venir de cualquier mano, dígase femenina o masculina. No hay que afincar la legitimidad de una poeta por el hecho retórico de que se inscribe en la tradición de la literatura femenina.

El poema es legítimo en la medida en que es un cuerpo verbal cargado de inteligencia y emocionalidad en el cual conviven un sentido estético y una búsqueda del lenguaje y, sobre todo, que se inscribe en la tradición literaria, así, sin mayores aspavientos. Insistir en el término de poesía femenina es insistir en un artilugio divisorio que solo crea fronteras confusas y pocas guías para ahondar en el ejercicio de la poesía actual. Revertir el divisionismo en una crítica que anteponga la obra a cualquier otro parámetro permitirá afianzar el ya importante papel de la poesía escrita por mujeres.

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