“En nuestra tierra, la mujer escribía desde el momento en que se pasó del empleo del latín al romance”, afirma la editora. Partamos de ahí. Con todo, no fue fácil. María de Zayas se dirige a los hombres que les dan “por espadas ruecas y por libros almohadillas”, que “nos negáis armas y letras”. Más allá de momentos puntuales (el Japón de Shikibu, la Grecia de Safo, la Provenza del siglo X o el Al-Andalus de las poetisas árabes), todos anteriores a éste (que va del XV al XVII), la creación femenina ha seguido un camino complicado.
Cuarenta y tres son las poetisas que componen esta obra. De Florencia Pinar hasta Sor Juana Inés de la Cruz (en la imagen). Algunas son muy conocidas, como la que acabamos de mencionar, santa Teresa de Jesús, María de Zayas, sor Ana de Jesús (destinataria del Cántico espiritual) y Antonia de Nevares, hermana del último amor de Lope de Vega, padre de sor Marcela de San Félix, autora de El jardín del convento. Y además del “Fénix de México”, hay una lisboeta: Violante Do Ceo; una peruana: Amarilis, y una napolitana: Luisa Manrique.