En «Las órdenes», su reciente poemario, la voz de mujer que habla se ve atravesada por esa tragedia que consiste en construir una identidad en medio de las herencias y experiencias familiares y de los deseos personales de asumir otro tipo de vida. Un yo, por tanto, que se debate entre el deber moral hacia los otros y el deber moral hacia una misma. Dividido en tres partes, la primera es un intenso debate entre los cuidados de una madre y de una hija. La segunda habla de un tiempo, de unas palabras y de unos gestos últimos: el de su padre enfermo. La tercera, del yo y de la literatura, de los consuelos, las búsquedas y las huidas.
Regresión biográfica
Nada aquí se acerca al patetismo ni al sentimentalismo, a Pilar Adón le salva siempre una voz construida a partir de imágenes poderosas y cotidianidades trascendidas. También la valentía de exponerse a contarnos la verdad de lo que significa cuidar, de la intemperie a la que se enfrenta ese yo femenino al asumir unos roles que le incomodan tanto como le rebelan. Si para el poeta romántico la pequeñez venía dada por la inmensidad de la naturaleza, para mucha de la poesía de hoy escrita por mujeres la pequeñez significa asumir un papel social que es inasumible. Con crudeza, pero con lucidez, plantea hasta qué punto ese regreso a casa para ocuparse de los otros, es una regresión biográfica. La casa, pues, no como refugio contra el mundo sino como fundamento del malestar.