Un 29 de abril de hace 80 años nació en Buenos Aires una niña con apellido y acento rusos. Creció en el barrio de Avellaneda y, cuando empezó a hablar, reveló un leve tartamudeo. Con los años, se le sumó un trastorno límite de la personalidad que la conduciría al suicidio en 1972. La muerte trágica de Alejandra Pizarnik a los 36 años vistió su poesía rupturista de leyenda negra. Acabó convirtiéndose en una de las voces más influyentes de la era contemporánea.
“En los últimos años parece que su nombre se ha manoseado un poco. Todas queremos ser como ella, escribir como ella. Con el tiempo yo he encontrado otros referentes, aunque sigue siendo mi cabecera”. Lo dice María Sotomayor, poeta y propietaria de la editorial Harpo Libros. “Fue el primer poso de poesía femenina que leí, cuando hace quince años me regalaron una primera edición de El infierno musical. Yo ya escribía antes de leerla a ella, pero fue descubrirla y comprender que con palabras puedes transmitir dolor y desfogarte”.