María despierta desierta y dirige el mundo, sus muchas luchas, desde el recoveco verde de un hogar que, como el poema de Alejandra Pizarnik, lo mismo es jaula que pájaro. María se despereza, respira la herida, la pone al aire, bien abierta, se enfunda en rojo y se convierte en otra.
María Castrejón, paciente y poeta, es una, ninguna y cien mil y recita para EL MUNDO su envoltura: el trastorno límite de la personalidad, en el Día Mundial de la Salud Mental. Hace un año que, como un promontorio, describe el frasco, de cristal repleto, que supone depender del vaivén del propio cerebro. Lo dejó escrito en La inutilidad de los miércoles (Huerga&Fierro editores).
«Según dicen, mi TLP es muy agudo porque tengo disociaciones, regresiones y alucinaciones. No todo el mundo las tiene. Tener una disociación quiere decir que, cuando tu mente no soporta ya tanto dolor, tanta angustia y tanto miedo, escapa. Puedes aparecer, de pronto, en Roma; yo suelo aparecer en Roma, en un viaje que hice allí, mientras oigo a la gente hablar como si no estuviesen conmigo porque yo estoy en otra realidad».
María que disiente, dice y siente, se recuerda como una «niña rara» que albergaba «miedos muy adultos». Mientras su hermano lloraba por la bruja del cuento, a ella le asustaban las «guerras nucleares, las estructuras mundiales y el sufrimiento ajeno». «Con 20 años decido que esto no puede continuar así, que sufría mucho, que todo me hacía mucho daño». Y con 20 años acude al psiquiatra, que le dice que «deje de pensar». «Así que dejé de ir al psiquiatra». Parece un chiste, pero no lo es.
María Castrejón es una experta en cuestiones de género, texto impreso desde 2008, poética sobre plano desde 2011, finalista, con su primer poemario, del Premio Internacional de Poesía de Torrevieja en 2013 y ganadora del Premio Internacional de Poesía Experimental Francisco Pino el mismo año. Más cerca: recitando los poemas de su último volumen, La inutilidad de los miércoles, ganó el pasado julio el primer premio del Certamen de Poesía Aguas subterráneas. Le entregó el galardón -cosas de la bohemia- Pablo Iglesias y, al oído, María le preguntó «qué tal con la séptima temporada de Juego de Tronos«. María, paciente y poeta, tiene más sentido del humor que muchos sanos.
«Desde los 20 hasta los 40 voy a infinidad de psicólogos, psiquiatras, hago terapia gestalt, conductual, psicoanálisis… Cada uno me diagnostica una cosa diferente, yo veo que las cosas no cambian, que van a peor, hasta que me ingresan en un hospital de día y, allí, yendo todos los días por las mañanas, cuatro horas, haciendo diferentes terapias, me descubren que lo que tengo es trastorno límite de la personalidad», resume.