La poesía ha sido uno de los cauces preferidos por las escritoras chicanas para expresar la constante experiencia fronteriza que supone vivir a medio camino entre dos realidades tan diametralmente opuestas como México y Estados Unidos. Sorprende ver que esta corriente literaria, tan reconocida en su contexto de origen como para tener departamentos enteros dedicados a su estudio, sea prácticamente desconocida en España. En concreto, las autoras incluidas en esta selección acumulan una cantidad ingente de premios y distinciones. No obstante, no son necesarios los reconocimientos oficiales: la calidad y originalidad de sus obras resultan de una fuerza imperativa. Especialmente arrolladora es la fusión de influencias que manejan: de un lado, el inglés y las formas poéticas de la posmodernidad; del otro, el español de México, las referencias a la historia y la cultura mexicanas y, sobre todo, las culturas precolombinas.
Así, temas como la configuración sociopolítica de los Estados Unidos, el racismo, la sexualidad, la solidaridad femenina o el poder liberador de la escritura son recurrentes en sus textos. Llama la atención el fuerte componente social, en ocasiones reivindicativo, en otras simplemente de autoafirmación. El factor género añade a su poesía una dimensión enteramente nueva, puesto que a los problemas derivados de buscar una identidad entre dos sistemas culturales que mantienen relaciones de poder asimétricas, se suman los problemas provocados por la construcción de una identidad de género que, inevitablemente, va en contra de los supuestos patriarcales en los que se apoya la sociedad mexicana. Se establece, por tanto, una, a menudo dolorosa, dicotomía entre lo que son y quieren ser y lo que su entorno espera que sean.
No obstante, la dualidad siempre ha sido un atributo esencial en la cosmogonía azteca, de hecho, Coatlicue —“la de la falda de serpientes” en náhuatl— es tanto diosa madre que da la vida como diosa insaciable que se alimenta de la muerte. Dicha dualidad se extrapola al colectivo femenino en una contraposición arquetípica—vírgenes/madres vs putas—, representada aquí por dos figuras casi míticas en el imaginario chicano: la Virgen de Guadalupe y la Malinche. Esta última es rescatada por las autoras chicanas como símbolo de la mujer fuerte que decide sobre su vida, que vive su sexualidad y se enfrenta al patriarcado. De ahí que en sus poemas aparezcan mujeres “atravesadas” como las de Gloria Anzaldúa, “machas” como las de Sandra Cisneros o “escandalosas” como las de Alma Luz Villanueva: mujeres andariegas, mujeres callejeras, mujeres de fuerza. Así, la impureza es recuperada con orgullo por estas poetas como un símbolo positivo: ser impura es ser independiente, descarada, sexualmente (pro)activa u homosexual. Qué mejor símbolo, pues, que Coatlicue y su serpiente para representar su subversión contra la estructura patriarcal, su capacidad para hablar y participar en el espacio intelectual.
* Estos poemas forman parte de una antología de poesía chicana escrita por mujeres que, previsiblemente, verá la luz durante este año en las Ediciones Liliputienses de José María Cumbreño. Además, algunos de estos textos han aparecido en las revistas Periplo y Psicopompo, y han sido leídos en “Como lo oyes”, el ciclo de lecturas literarias organizado por la Facultad de Traducción y Documentación de la Universidad de Salamanca.