En el temblor, la voz afectada por aquello con lo que existe en-contacto se des-localiza, se transfiere no a otro destino, sino a la continuidad del rebote encadenado; la percusión como fin en sí mismo. Lola Nieto, en su último libro, Tuscumbia (Harpo Libros, 2016), demuestra con gran belleza que es posible construir poéticamente, políticamente, mundos temblantes, resbaladizos, no deficitarios de las tradiciones del yo-identidad, yo dual mente-cuerpo.
Si tiemblo me escapo: / ¿qué forma tiene algo que tiembla? Si / tiemblo: / el límite se deshace se hace destello una línea mal / dibujada borrosa rota que palpita y / no señala no apresa o / contiene no contiene (p. 55)
En Tuscumbia, el yo enunciativo reconoce el límite del lenguaje y da paso a un yo siamés, esencialmente afectivo, inmanente, que Lola Nieto hace aparecer en la figura de dos niñas idénticas, animadas por una misma vida y unos deseos mismos; mamíferos y ciegos, de interior. Junto a las ¿niñas?, las hermanas, recorremos los pasillos de una casa-nido-estómago de imaginarios posibles. Ellas pronuncian y rastrean, voraces y livianas al unísono. Asertivas, perseverantes, son portadoras de un poder extraño.