En La otra genealogía creas dos mundos que se contraponen. Por un lado está la Isla, como lugar en el que se desarrolla una utopía encarnada en lo femenino, y por otro lado estaría la ciudad, como lugar del que el yo/ella poético huye. ¿Por qué la figura de la Isla? ¿Qué tiene el territorio insular que te haya hecho elegirlo como escenario utópico? Y por otro lado ¿por qué la ciudad como cuna de ese “monumento ajeno”? ¿A qué despertamos cuando decidimos emigrar?
La imagen de la isla es recurrente cuando hablamos de utopía porque refleja un ideal de control sobre el territorio. Al ser un espacio “aislado”, en cuanto acotado por el mar, parece más sencillo que guarde, alimente, e incluso promueva diferencia y disidencia. Frente a la ciudad —que representa el núcleo organizativo de un sistema mayor en el que está inscrita— la isla ofrece la potencialidad de una gestión independiente de los saberes, esperanzas y afectos. En La otra genealogía la ciudad es, como sugieres, el producto monumental y el modo de organización de un sistema que toma como núcleo una idea de humanidad basada en el pensamiento dual y en el poder patriarcal. Cuando decidimos emigrar despertamos al reconocimiento de lo que nos hace bien frente a lo que nos incomoda o dificulta el fluir tranquilo de la vida.