Mujeres en la historia de la literatura

En un mundo en que el hombre  dominaba, y donde los roles femeninos eran rígidos y determinados, la mujer encontró en la literatura una puerta de expresión y de reconocimiento negado en otras actividades, y es posiblemente, el primer campo cultural en el cual entra la mujer.

La mujer accede a la literatura antes que a otras actividades creativas porque para escribir no es preciso un título académico, ni unos conocimientos especializados. Aunque el alto costo de los libros limitó la posibilidad de lectura, la literatura no fué negada a las que tenían acceso a estas colecciones privadas.  Y como sabemos la única forma razonable de aprender a escribir es leer antes   los otros han escrito.  La flexibilidad en el horario, lugar y sencillez de material necesario para esta actividad (no se necesita otra cosa que una pluma y unas hojas de papel} hicieron de la literatura una actividad al alcance.

Sin embargo, el acto de escribir no era uno de los roles asignados a la mujer, mucho menos el papel pasivo que la mujer jugó en las primeras obras literarias y en de objeto de elogio y contemplación del renacimiento. En la España católica, la de la inquisición, un gran paso lo dió Juan Luis Vives en su libro Formación de la mujer (1528) donde defiende la idea de que “la mujer debe aprender a leer para conocer y aprender mejor los textos sagrados y los clásicos, pero, eso sí, nunca sin descuidar sus obligaciones domésticas ni olvidar que nunca puede hablarse en público”. Fray Luis de León en La perfecta casada (1583) también defiende la idea de que la mujer debe aprender a leer preo permaneciendo en silencio.

Otra cosa diferente opina el fraile de escribir al afirmar que no debe aprender a escribir pues jamás una mujer puede saber más que un hombre. En España no valió ni que una religiosa como Teresa de Jesús se aficionara y ejerciera la literatura pues fue perseguida y condenada por la inquisición acusada de “practicar una doctrina nueva y supersticiosa, llena de embustes y semejante a la de los alumbrados de Extremadura”. Los inquisidores investigaron el «Libro de la Vida» con la seguridad de que contienía engaños muy graves para la fe cristiana.

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