En su próximo libro habrá, como es habitual en sus trabajos, una serie de versiones al español de poemas en lengua extranjera, pero en este caso con un giro poco habitual: presentará su versión de las traducciones que Anne Carson hizo al inglés de los poemas de Safo. Esa decisión parece una cifra del trabajo discreto y a la vez monumental de Mirta Rosenberg en su rol de poeta, traductora y divulgadora de la poesía extranjera en la Argentina. Entre otros autores, tradujo a Robert Lowell, Marianne Moore, James Fenton y Gerard Manley Hopkins. De una expresión de este poeta británico proviene el título de su último libro, El paisaje interior, editado en 2012 por Bajo la Luna. «Es raro que tu hijo sea tu editor», comenta. La poesía de Rosenberg se define por su trabajo de poda verbal, por los juegos fónicos amortiguados, por el esfuerzo de ofrecer una espiritualidad asociada a la mirada, la naturaleza y los vínculos afectivos. El reciente libro de Carson aquí editado -el ensayo Eros: el dulce-amargo (Fiordo)- fue traducido por Rosenberg, quien además fue colaboradora de LA NACION durante décadas.
Mi etapa rosarina es fundamental. Buenos Aires no me formó como escritora. Sí aprendí algunas cosas, por ejemplo con el Diario de Poesía aprendí cuestiones que tienen que ver con aspectos técnicos, edición, a hacer copetes, a hacer resaltes, ese tipo de cosas que Daniel Samoilovich enseñaba muy bien. Hugo Padeletti desempeñó una función importante en mi vida. No es lo que él me enseñó, sino, como yo digo, lo que aprendí, que es completamente diferente. Aprendí en contacto con él; con él tenía una amistad personal intensa, íntima, y él también me pasó lecturas, cosas que sola no hubiera leído nunca, como Simone Weil o René Guénon, cosas complicadas a las que yo no hubiera llegado, porque nadie llega a eso si no tenés una persona a la que le interesa esa zona de la mística o de la espiritualidad.
El tipo de elaboración que hice de la espiritualidad no tiene nada que ver con la fe ni con el pecado, tiene que ver con otra cosa. Siempre me interesó el tema de la belleza, al que vinculo con la espiritualidad. Poder ver la belleza en un mundo asqueroso e inmundo como éste y desarrollar una pequeña capacidad de ver algo distinto.
En poesía, creo en cosas anticuadas, como la voz propia. Nunca adherí a ninguna escuela, a ningún sistema. Todo lo mío era completamente aparte, me ocupaba de otras cosas, de llevar material que tenía que ver con la traducción. Nunca me adherí ni siquiera al objetivismo… En eso incidió mucho el hecho de leer poesía traducida que traducía yo, leerla en original. Eso ejerció mucha influencia sobre mi propia escritura. Incluso no coincidía con Padeletti en los gustos; por ejemplo, a él no le gustaba Alberto Girri y a mí me encanta. Estoy intentando escribir un libro con una parte de traducción, nueve o diez poemas de Safo traducidos por Carson y pasados al castellano por mí, y después una segunda parte que se llama «Invierno». En realidad eso está dentro de otro libro, «Cuaderno de oficio». La idea es el oficio, escribir-traducir, traducir-escribir.