Pasaron por la Puerta del Sol, en el Madrid de la década de los 20, quitándose el sombrero, dejando salir cada una de sus ideas, de sus inquietudes. Mostrándose deseosas, que no objeto de deseo.
Eran compañeras de la Generación del 27, de Lorca, de Dalí, de Alberti. Eran las mujeres que en el Lyceum Club Femenino formaron un grupo paralelo, con la intención de, más que pedir un espacio en la sociedad, sino agarrarlo, sabiendo que era suyo. En palabras de Maruja Mallo, una de las integrantes, «un día se nos ocurrió a Federico, a Dalí, a Margarita Manso y a mí quitarnos el sombrero porque decíamos que parecía que estábamos congestionando las ideas y, atravesando la Puerta del Sol, nos apedrearon llamándonos de todo».
Margarita Manso, Maruja Mallo, Ángeles Santos, Concha Méndez, Marga Gil Roesset, María Zambrano, María Teresa León, Rosa Chacel, Ernestina de Champourcin y Josefina de la Torre. Diez personas insultadas que se sentían independientes y libres y a los que ocultamos detrás de sus coetáneos. Vivieron con frenesí esas décadas en la que el rol empezaba a cambiar, se aliaron con las chicas del 14, crearon como artistas sin género y tuvieron que exiliarse para seguir luchando, para seguir pensando.