En la isla de Kampa —un extenso trozo de tierra en mitad del río Moldava— vivió encerrado durante 15 años un poeta extraordinario que no hablaba con nadie y siempre dejaba la luz de su habitación encendida hasta el alba.
Vladimír Holan (1905 – 1980) escribía sus versos en la quietud de la madrugada siguiendo el consejo de la noche. Una poeta española había sentido tanta fascinación por la poesía del checo que durante un par de años emprendió la tarea de aprender su idioma para poder hablar con él. En La voz de Ofelia (Siruela, 2005) Clara Janés (Barcelona, 1940) contaba su historia de amor con la poesía de Holan.
En la primera página del libro hay una fotografía de una ventana oculta tras un árbol inmenso, la misma ventana de la casa en la que Janés y Holan se vieron por primera vez, que seguía allí, detenida en el tiempo.