La poesía puede salvar el mundo. Entrevista con Ana Blandiana

Ana Blandiana, «antes de llegar a ser un nombre conocido fue un nombre prohibido». ¿Cómo fue su debut?

Mi debut literario fue original y, casualmente, mi primer poema se llamaba «Originalidad». Mi padre estaba preso y las autoridades de la ciudad en que vivíamos enviaron una circular a todas las publicaciones del país, que eran más de un centenar, en la que advertían que bajo el pseudónimo Ana Blandiana (era la primera vez que firmaba con este nombre), se escondía «la hija de un enemigo del pueblo». Por consiguiente, durante cuatro años no pude publicar nada.

Paradójicamente, cuando al cabo de estos años volví a debutar, porque la dictadura pasaba por fases de relativa distensión y de opresión, y finalmente salió a la luz mi primer libro, esta prohibición que había dado a conocer mi nombre cuando yo no había hecho nada, hizo que yo me beneficiara de un interés muy superior al que se le concede normalmente a los debutantes. Con un poco de humor podría incluso decir que no hay mal que por bien no venga.

«¿Qué hay en un nombre?» se pregunta una heroína de Shakespeare en la famosa tragedia. Su nombre es un pseudónimo que en la literatura rumana alude a la célebre leyenda «El maestro Manole». Ana es un personaje sacrificial, la esposa amada a la que el artista tiene que emparedar para poder concluir su obra. El nombre tiene una aureola mágica y es también una metáfora del destino de Ana Blandiana.

Esta balada que pertenece a la tradición oral y que ocupa por su originalidad un lugar fundamental en la literatura rumana, revela la esencia del arte. Descubre que la obra artística perdura en el tiempo –en el poema es un monasterio– sólo si el artista está dispuesto a dar su vida por ella. El sacrificio es una condición imprescindible que al mismo tiempo constituye la metáfora de la vida del poeta, que es también la mía.

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