Escritura en la vivencia extrema: ‘La hija’, de María García Zambrano

Este libro, La hija (El sastre de Apollinaire, 2015), de María García Zambrano (Elda 1973), el segundo en su haber después de Menos miedo (Torremozas 2012), apuesta alto y apuesta mucho.

No podía ser de otro modo porque ha sido la atroz experiencia, la del límite que lleva en el título, lo que, cuando pudo, la puso a escribir, y escribir en lo candente y cercano, sobre las propias brasas.

La mayoría de los poemas son breves –incluidos 3 poemas en prosa, “La habitación de tránsito”, “Habitación 313” y “Las noticias”– escritos así porque su temática no forma parte del corazón del libro: son rendijas, espacios/temas que conectan con el exterior, con “un otro mundo”.

El mayor número está compuesto  por oraciones que a veces semejan unos casi aforismos, pero en los que el lenguaje se ha cuidado mucho, y a ello remiten las citas que introducen cada parte del libro, de muy distinta procedencia espacio-temporal: Hélène Cixous, Alejandra Pizarnik, María Negroni, John Berger, Albert Camus, Raúl Zurita, Mª Ángeles Pérez López, Ana Pérez Cañamares, y sobre todo el monje budista japonés Nichiren Daishonin.
 
En cada poema la autora se dedica a “nominar” como “la escriba”, cada hecho o el entorno que vivió, pero sin  tomar partido: no culpa, no censura, se limita a decir. Se involucra únicamente en trasladar al lenguaje poético la experiencia y el camino que debió recorrer, que recorrió, ante un hecho tan al límite que nos deja indefensas y deshechas.

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