No podía ser de otro modo porque ha sido la atroz experiencia, la del límite que lleva en el título, lo que, cuando pudo, la puso a escribir, y escribir en lo candente y cercano, sobre las propias brasas.
La mayoría de los poemas son breves –incluidos 3 poemas en prosa, “La habitación de tránsito”, “Habitación 313” y “Las noticias”– escritos así porque su temática no forma parte del corazón del libro: son rendijas, espacios/temas que conectan con el exterior, con “un otro mundo”.
El mayor número está compuesto por oraciones que a veces semejan unos casi aforismos, pero en los que el lenguaje se ha cuidado mucho, y a ello remiten las citas que introducen cada parte del libro, de muy distinta procedencia espacio-temporal: Hélène Cixous, Alejandra Pizarnik, María Negroni, John Berger, Albert Camus, Raúl Zurita, Mª Ángeles Pérez López, Ana Pérez Cañamares, y sobre todo el monje budista japonés Nichiren Daishonin.
En cada poema la autora se dedica a “nominar” como “la escriba”, cada hecho o el entorno que vivió, pero sin tomar partido: no culpa, no censura, se limita a decir. Se involucra únicamente en trasladar al lenguaje poético la experiencia y el camino que debió recorrer, que recorrió, ante un hecho tan al límite que nos deja indefensas y deshechas.