El arte de ningunear escritoras (París, Francia)

En un país tan violento como este, no pobre, sino empobrecido a fuerza de resignarse a tanto abuso, no es nada fácil pasar de la ironía a la práctica: no es nada fácil, por ejemplo, ir de notar “la brecha salarial de género”, que es el síntoma innegable de una infamia de fondo, a gritar “no más”.

Por eso es tan importante la protesta que han estado elevando las escritoras colombianas en estas dos semanas: en el supuesto clímax del desembarco literario de Colombia en Francia –en la segunda parte de este año de intercambio cultural pactado por los Gobiernos de los dos países– se hizo evidente que se había ninguneado a las autoras colombianas de tres generaciones, pero en vez de satirizar esa ceguera de siempre, doblemente grave en un mundo que aspira a ser crítico y lejano a la misoginia, un grupo de mujeres novelistas, libretistas, periodistas, poetas, ensayistas, redactó y firmó un manifiesto que cuestiona esa torpeza.

El texto no sólo sabe recordar que aquí en Colombia hay escritoras estupendas, empezando por verdaderas maestras del oficio –ya querría uno ser Piedad Bonnett, María Cristina Restrepo, Yolanda Reyes, Irene Vasco, por ejemplo–, sino que consigue retratar la temeridad con la que pueden manejarse los recursos públicos en esta clase de empresas de la cultura. Tanto el Ministerio de Cultura como la Biblioteca Nacional, que fueron los curadores del intercambio –y que suenan a edificios monstruosos con vida propia, pero son instituciones movedizas, como todas, que cuentan y han contado con funcionarios tan valiosos–, tuvieron la posibilidad de reconocer la equivocación, y de convertir la controversia en el fin del ninguneo y en un ejemplo para tantos sectores de la sociedad, y en cambio reaccionaron como burócratas de ventanilla que tienen una respuesta para todo: “pero…”.

Qué raro es el mundo de la cultura, qué pequeño y qué abrumado: incluso la sinuosa Federación Colombiana de Fútbol se atrevió a reconocer que fue un error de viejos tiempos aquello de poner a una Miss Colombia –en vez de a nuestras futbolistas– a modelar la nueva camiseta de la selección.

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