En 2017 la asociación feminista Genialogías, formada por más de 60 mujeres poetas, decidió lanzar un audaz proyecto para nombrar algunas de las realidades sin nombre que viven muchas mujeres. Todas conocemos el porqué de este silencio: “que se callen las mujeres” está en el hueso de la cultura occidental. Lo dice Telémaco en la “Odisea” de Homero, refiriéndose nada menos que a su madre Penélope. Y en la Biblia se cuenta cómo, desde que Eva habló, la humanidad salió expulsada del Edén. Durante toda la Edad Media, como explicó Cristina de Pizan en “La ciudad de las damas”, los sacerdotes bramaban en los púlpitos la culpa que desde entonces cargaban las mujeres, y por supuesto sus palabras. Luego vino la caza de brujas, que calló la tradición femenina de las palabras que curan o pueden despertar el amor, un genocidio también bastante silenciado.


En la Ilustración apenas se iluminaron nuestros textos (Olympe de Gouges, por ejemplo, murió guillotinada en Francia por escribir) y en el siglo XIX, una vez ya instaurada la “civilización” y todas sus luces, la ridiculización se convirtió en una importante herramienta de silenciamiento. Recordemos la triste anécdota que hubo de sufrir Emilia Pardo Bazán al intentar entrar en la RAE, con Juan Valera insinuando que no iba a caber en los sillones y Menéndez Pelayo tildándola de “literata fea”. En el siglo XX y XXI, y tras tres olas de movimiento feminista, la ausencia de consideración a las palabras de las mujeres sigue siendo una inercia en la que, desgraciadamente, a menudo caemos todos y todas.
Con semejante recorrido, y a pesar de que por suerte hoy en día es mucho más sencillo que nunca encontrar nombrada nuestra realidad, pues podemos leer y escuchar cada vez a más y más mujeres, es normal que nos falten términos nunca dichos o registrados.


El trabajo de las poetas de Genialogías para “Diccionaria una” intenta paliar en parte este déficit dando nombre a realidades de las mujeres, inventando algunas de las palabras que nos han faltado.
Por ejemplo, ya tenemos un término para ese gesto fino que usamos para confortar: “balsamar”; “biopresa” por fin explica la desorientación que nos producen lo cambios biológicos a lo largo de nuestra vida; esa criatura que nos hace agarrarnos al mundo con fuerza se llama “costurita”. “Cuidadicio” es el vicio de cuidar en exceso, del que convendría cuidarse a una misma; y una “fresca” ya es algo grandioso: esa mujer alegre que ha rechazado las convenciones sociales que la enajenaban.


El libro se llama “Diccionaria una” (Ediciones Tigres de Papel, 2021) porque nace con vocación de proceso: como el árbol del lenguaje irá creciendo y creciendo en próximas ediciones. Poco a poco, las poetas de Genialogías seguirán trabajando para ella. Esperamos que este pequeño legado de palabras viva más allá de sus páginas.

1 comentario en «Diccionaria una»

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